Todos vivimos en una versión de la misma casa unifamiliar. Todos las imaginamos como espacios perfectamente ordinarios y naturales; y todo indica que los arquitectos que las proyectan asumen con la misma naturalidad aquel modelo doméstico. Sin embargo, esta casa ideal es una construcción moderna que nace con el capitalismo industrial en el siglo XIX. Desde entonces, hemos asumido como ciertos dos principios: que la casa es opuesta al trabajo y que la casa pertenece a la esfera de lo femenino. Estas dos nociones han servido históricamente para invisibilizar el arduo trabajo que las mujeres han realizado diariamente en la casa y mantenerlo fuera de toda lógica económica. La arquitectura ha cumplido un rol activo en espacializar y materializar esta estructura socioeconómica pero también ha sido el espacio para cuestionarla e imaginar formas alternativas de vida. En el curso estudiaremos la historia de tres momentos en los cuales la arquitectura ha abordado la pregunta sobre la vida doméstica de una manera crítica, produciendo proyectos y edificios que cuestionan esta supuesta naturalidad. En el componente práctico del curso estudiaremos la tipología de los Comedores Populares en el Perú. Entendemos esta tipología como parte de la historia de utopías domésticas del curso y será nuestro punto de entrada para entender el espacio doméstico en el Perú.
Fin de semana. Llamé a algunas tías. Solo recibo una sugerencia: buscar en la Municipalidad. Busco en Internet. Primera opción: un padrón de agrupaciones. El comedor más cercano, está en el centro de Lima. No responde el contacto. Busco otro. No contestan. Vuelvo a llamar. Nuevamente: uno, dos, tres, cuatro, otra llamada perdida. Pasan las horas, intento otra vez. Al tercer pitido, solo escucho “Desagrupados”. Otro comedor fantasma. Aún falta uno que contactar. Inicia de nuevo la cuenta regresiva. El ritmo agudo de espera se vuelve insoportable. Responden. Una voz amable pregunta quién soy. A lo lejos, el trajín de los carros y las motos. Nos presentamos. La señora Inés acepta la entrevista.
Pasan los días, cae la noche. Timbra el teléfono de una mujer. En el extremo de la ciudad. Inicia la entrevista. A lo lejos risas de niños. Conversamos y sincopadamente surgen indicaciones. Me invita a la olla, a conocer a las socias, a ver a los niños y a los ancianos comer. Terminamos con el llanto de un bebe y una madre diligente yéndolo a atender.
Unos días más tarde me surgen nuevas dudas. No responde. Pasa una semana. Nos reunirnos a la misma hora. Volvemos a hablar. Mucho más suelta y mucho más cansada, responde mil preguntas sin vacilación: familia, salud, esperanzas de un futuro prometedor. Nos conocemos mejor. El crujido de la cama marca el fin de nuestra conversación. Nos despedimos entre un bostezo y un adiós.
Inés Tito Oyánguren, contadora de profesión y miembro fundador de la Olla Común “Madres Agrupadas Comité 8 Paraíso” de Villa el Salvador
» Fue un cambio drástico. Acostumbraba a levantarme temprano e ir a la oficina. Yo soy contadora, y por la edad no me reciben, pero ahora tengo que ir a la olla en la mañana. No es lo mismo trabajar en oficina y meterse en la cocina con las socias. «
» Nos paramos al centro de la calle, por donde la gente pasa por arriba y por abajo. En una calle transversal con tranqueras porque robaban mucho; si pasa, pero muy poco. A la espalda de un colegio; no es casa, es una calle. La directora nos permitió estar ahí. «» Lo que lo impulsó fue la necesidad. «
» [Nos instalamos al lado de] un pilón de agua, delante de la vía principal. Puse ladrillos, piedras y palos, nos prestaron unas ollas y ahí empezamos con lonche. Pero de ahí la gente “¿Por qué no venden lonche?”, las cosas empeoraron, vino el Covid también y con la cuarentena nos ayudó mentalmente cocinar entre nosotras. Luego empezamos a hacer el bendito menú. Era matado, los utensilios, necesitábamos más cosas, poco a poco se armó. Ahora tenemos todo: para freír papas, tenemos baldes para el agua, cajas de madera, nuestro bol. «
» Estamos ahí con mapresta, eternite y pintado con pintura para que no se deshaga, de varios colores. A algunos le sobra un color, a otro le sobraba otro, esa madera parecía ya de nido [Risas]. Uno tenía un color y otro color, de diferentes colores. Pero si estaba bien pintadito, todo estaba bien pintadito. «
» Poco a poco hemos mejorado. Unos traían unas cosas, otros no les servía un mueble, nos traían el mueble, y así para armar la cocina. Otros nos regalaron un triplay, eternit, y ya así se armó, para que de la manera que uno pueda nos ayude ya si vas viendo. «» Traían aceite, tomate, cebolla, todos traen insumos y se hace algo. «» Tratamos de salir adelante con el apoyo de Dios; recibiendo apoyo de un ladito y de otro ladito y ¡Bua!…Se junta todo y se tiene una olla. «» De ahí poco a poco llamar entidades: ONG que nos apoyen, nos inscribimos en la Municipalidad. En Qali Warma que nos está apoyando. «
» También pido donaciones, voy con un cajoncito y pido apoyo para mi olla. Voy con mi cartel y voy pasando puesto por puesto «» Pero cuando se acaban los víveres tengo que hacer algo: actividades o reuniones. Si el pollo está barato, pollada; si está caro, chuleta y chuletada. «» Y así los comensales, ya comen con los niños y los ancianos. «» Todo es un costo, pero bueno al final me siento bien por haber servido en el día a la gente. «
» Cuando es uno solo es matado. [Risas] Ahora se ha formado una coordinadora; una secretaria; una tesorera y una asistenta social, la que va a verificar si hay enfermos y la que fiscaliza las comidas, como se está repartiendo y todo eso. «» Entre nosotras nos organizamos. Quién cocina lunes, quién cocina martes. A mí me toca los jueves, yo como sea tengo que hacerme un espacio para ir. «
» Hoy día he correteado, había unos empresarios que querían la lista de mis niños. Y a armar un cuadro, qué apoyo se les da, cómo se les da, todo eso. Mañana también tenemos que corretear, prácticamente somos una organización de hormigas que siempre están trabajando; múltiples, no es uno son todos, un grupo. «
» Nosotras estamos en la calle, pero si estamos posibles a tener un comedor de la central. El dirigente ya nos dio un terreno y vamos a pasar a ser comedor después de olla, pero de momento estamos como olla común en la calle. Dan capacitaciones de alimentación y los jóvenes van a especializarse en cosmetología, costura, zapatería en lo que haiga «
» En la oficina, las manitos terminan mal [Risas]. «» Aparte de la olla trabajo como contadora mis clientes me llaman. Entonces entro los jueves y trabajo lunes, martes, miércoles, jueves no. Me programo para no atender a nadie. Y así se puede. Luego jueves, viernes, sábado y el domingo ya con mi familia una película «
Todos los días mi tía Rosa se levanta temprano, va al mercado, regresa cargando las compras y prepara sola cincuenta menús que antes del mediodía sale a vender. Tenía claro que era a ella a quién debía entrevistar. Al buscarla en su apartamento como a las ocho de la mañana un día lunes, mi primo me dijo que había ido al mercado a hacer las compras del día. A los pocos minutos la escuché subir por las escaleras y vi su figura de metro cincuenta se perdía entre dos bolsas de mercado repletas. Vegetales, pollo, carne, pescado, menestras y la lista seguía y seguía. De inmediato le ayudé a subir las bolsas y le pregunté si me podía ayudar con un trabajo para la universidad. Me lleve una sorpresa con la respuesta:
“Cómo te voy a poder ayudar yo”. Le expliqué que para un curso teníamos que investigar sobre la experiencia de los comedores populares. Me respondió un “ah… está bien”, aceptando, aunque un tanto dudosa. Quedamos en conversar más adelante.
Regreso a mi departamento que colinda con el suyo. compartimos tragaluz; y las ventanas de nuestras salas están siempre abiertas. Se comienza a escuchar el desenfreno diario, la licuadora, el aceite friendo, los gritos y órdenes para entregar los menús a tiempo. Llegada las 3 de la tarde, se deja de oír el abrir y cerrar de las puertas y comienza la segunda parte del día: Cuidar a los nietos mientras las hijas trabajan. Hay días tranquilos, otros en los cuales tengo que ponerme audífonos para no escuchar los gritos de los pequeños o los regaños que da mi tía, pero, al final del día, siempre se escucha algo de esa sala, a alguien jugando con los perros, alguna película o programa en la televisión, conversaciones y risas, de mis sobrinos, mis primas, mi primo y, por su puesto, de mi tía.
Rosa Cuellar, socia entre el 2008 y 2012 del comedor popular “Virgen María del Carmen” en Huarmey – Ancash. Actualmente trabaja como cocinera en Lima.
» En los comedores populares, para que inicie todo se debe hacer un cuaderno de acta y ese cuaderno de acta se debe llevar a la municipalidad. Sobre eso se hace el empadronamiento de las socias. Del grupo de socias se sacan las directivas, tesorera, secretaria, presidenta y vocal. Después de hacer eso la municipalidad viene y si las casas de las socias son de material noble (ladrillo, concreto), se les anula su ración o salen de empadronamiento. Deben ser de esteritas o de quincha ya que es, en su mayoría, para la gente que necesita ¿No es cierto? … Si tu casa es de estera o de quincha, ¡dentro del empadronamiento!, pero si no, no entras. A.… te quitan tu ración de la comida. Así trabajamos allá.
Y hay mucha organización, porque para hacer todo eso debes ser organizado. Por ejemplo, con los víveres, no puedes decir: “yo no voy a sacar”; tienes que sacar porque estas encargada de los víveres es tu responsabilidad. Y la presidenta con la que es la tesorera y secretaría tiene que llevar a la municipalidad los que son los cuadernos. A veces teníamos reuniones, nos daban tal fecha y teníamos que ir a las reuniones. Nos decían de qué comedor vienen, dónde se encuentran y varias cosas más… «
Hay otros comedores que cocinan con gas y hay otros comedores que cocinan con leña, pues. No todos los comedores son iguales, existen diferentes comedores. En Huarmey, cocinamos con leña. Cada cocinera lleva su leña y si no tenía, se debía ir al mercado para que puedan cocinar con eso, según de eso, según la cantidad del menú. Lo que se necesitaba para cocinar en leña era…. ¡Su fogón! Hacen su…fogoncito con ladrillos y ponen sus fierritos y ponen su leña. ¡Cómo una fogata! En el suelo, pones tus ladrillos a ambos lados, pones tus fierros y cocinas. Y son ollas grandes pues, no son ollas chicas como las de acá. Por eso se hacían dos fogones. Dos fogones grandes para que entren en uno (fogón) dos (ollas). Para que vuele la comida. Porque si vas a cocinar en un solo, no… no… no avanzas pues.
Bueno, la verdad es que nosotras fuimos bien unidas en ese comedor, hemos sido unidas, hemos trabajado todos. Cuando decíamos tal fecha para ir, que eso está para caerse, íbamos y arreglábamos. A veces, decíamos, de tal socia se acerca su cumpleaños, lo hacíamos allí, eso todito hacíamos allí. Cocinábamos para la socia… todito se hacía allí, toditos se unían allí. A veces hacíamos reunión, a veces nos daban harina y hacíamos cachanga, a veces nos daban cebada y hacíamos bebidas. Y decían después hay que vender y también vendíamos cachanga. Claro, para que, si hemos trabajado bonito allí.
Claro, porque el comedor que nosotros teníamos estaba hecho de esteritas. Y los almacenes debían estar separados de la cocina. En mayor parte, debía ser separado porque no era seguro nuestro comedor, como te digo, como era de estera, no era seguro.
Claro que es valioso, porque es para los más necesitados, porque a veces para las personas que no tienen, le dábamos. los viejitos eran indigentes y los viejitos llevaban su menú gratis, no pagaban. Y para él solito se le daba un menú. Cada abuelito se llevaba su menú.
(Le pregunto si eso le falta a lima) Claro, porque allí no trabajas para ti solo, trabajas para todos, para todos los que necesitan, para ellos trabajas. ¿Qué voy a trabajar para mí? no, se tiene que trabajar para todos; y se debe estar unidos en el trabajo. A veces, alguna en la cocina decía “no voy a poder cocinar” y ellos tenían la responsabilidad de buscar su reemplazo.
Por ejemplo, yo, si el lunes me toca cocinar, ¿no es cierto? ya!; si no puedo, si tengo que ir a trabajar, tengo que buscar a otra persona dentro de las socias y le digo “Disculpa, ¿tienes tiempo para ir a cocinar?” …… “¡Ya!” me dicen, que si pueden cocinar y yo puedo irme tranquila a trabajar. Y claro, ese día tengo que pagar mi menú y la que cocina se lleva su menú gratis. Y ya no está abandonada.
Las menestras que a nosotros nos daban (la municipalidad), cocinábamos; pero también todos
los días menestras cansan. Ellos (la municipalidad) nos daban menestras, nos daban lentejas, nos daban frijol canario, frijol castillo, nos daban todo eso nos daban. Y la gente ya se cansa pues… Y claro, comer menestra, pues… ya cansaba. Teníamos que ir desvariando los menús. Y como son gente de chacra ya, pues, no se quejaba. Porque iba su guiso encima. Como un estofadito, un guisito iba acompañado.
Tampoco lo que hacíamos era pura menestra, desvariamos a veces. Así como desvariamos los menús para acá, desvariábamos los menús para allá.
No era todo el día. Es de las 7 de la mañana hasta la 1 de la tarde nomas. Sí es de siete de la mañana hasta la 1 de la tarde. Hasta que…Por ejemplo, en la mañana cocinábamos y también hacían desayunos. Pero el desayuno era… ya… este… otras directivas, no son las mismas directivas que son para el almuerzo. Los del vaso de leche se van a las 3 de la mañana, a esa hora se van a preparar. Para que salga a las 6 de la mañana porque hay estudiantes que se iban a estudiar a las 6. Y para ellos pues, temprano debe estar el desayuno. A veces hacían quaker así. También hacían lo que la municipalidad les daba. Les daban leche y hacían quaker con leche.
De hacer grandes amistades. Tengo grandes amistades allí. A veces de las vecinas mismas, no hacíamos. Payasas.
De tener, tengo amistades de las que hemos estado en el comedor. Si…Cuando voy también así, me las encuentro. Me encuentro ahí y les digo ¿Y el comedor? “Ya no hay comedor ya”, me dicen. …es prácticamente como si fuese una familia…es que ya tienes conocidos allí, ya haz trabajado con ellos allí. Cuánto habré trabajado. tiempos …regulares. Desde que Luisito (su hijo) ha estado chiquito, ponle 4 o 5 años habré trabajado en el comedor. De allí me vine para acá cuando dejé todo.
Pero… trabajar… sí es bonito trabajar en el comedor. Y no lo cambiaría.
(le dije si lo cambiaría por su vida en lima, señalando el piso) ¡NO! jajaja, es que allá también es más tranquilo, no te entran ni a robar nada. Entre los vecinos se avisan, se apoyan entre ellos. Y claro, de volver se puede volver. Porque volver ahí es bonito trabajar con ellos.
Comencé buscando un comedor en el distrito en el que vivo, San Miguel, y encontré uno llamado “Comedor popular Virgen del Carmen”. Entré a su página de Facebook, y logré contactar con la señora Julia, la fundadora del comedor. El único detalle, del me enteraría después, es que su comedor se llamaba así pero funcionaba en otro distrito, Villa el Salvador.
La página me había dado un número de teléfono. Decidí primero contactarla por whatsapp. No sabía muy bien que escribir. Empecé saludando y presentándome. Le expliqué el motivo de mi mensaje, que quería hacerle una entrevista por teléfono sobre su trabajo en el comedor. Terminé mi largo mensaje con una frase para intentar convencerla: “Quería saber si estaría dispuesta ayudándome con una conversación”. Recibí una respuesta inmediata: “Por fa llame en una hora”. No esperaba un mensaje tan directo y conciso. Me dio la impresión de ser una señora muy ocupada. Pensé que la conversación sería rápida y tendría que obtener la mayor información posible en esos pocos minutos. Me preparé para esto. Llamé a la señora Julia. Era un sábado al mediodía. Empecé a dar vueltas por mi habitación por los nervios que tenía, y así estuve durante toda la llamada. La señora seguramente estaba en su casa descansando. No se escuchaba ningún ruido de fondo. Le dije que necesitaba grabar la conversación. Aceptó con un poco de desconfianza. Empecé con una de las muchas preguntas que había apuntado en una hoja. La señora Julia, muy amable ella, entró en todos los detalles posibles de su historia. En los poco más de veinte minutos que duró la llamada ella habló casi todo el tiempo. Yo, casi callado, la escuché y solo logré hacer un par de preguntas.
Julia Centeno Manrique, cofundadora del comedor popular Virgen del Carmen en Villa el Salvador y representante de otros sesenta comedores del distrito.
»Tengo mis cinco hijos, yo era casada, yo me metí al comedor desde que me separé de mi esposo. He podido mantener yo sola a mis hijos. Son profesionales gracias al comedor. El comedor es un trabajo, genera puestos de trabajo. Cada comedor genera tres o cuatro puestos de trabajo. Eso no lo entiende el Estado. Por ejemplo, en mi comedor trabajan cuatro personas de ocho de la mañana a dos de la tarde. Ahí ya le pagamos un sueldo, no será mínimo pero es medio sueldo casi. Son veinte soles diarios a parte se lleva sus cinco menús, sumados casi le da un sueldo mínimo. Las madres trabajan y el sueldito que trae el esposo ya se lo ahorran para otras cosas, para que crezcan ellos en su hogar. La madre lleva el menú y encima se llevan una propina para que paguen agua o luz. Lo que gana el esposo es para otras cosas. Así ayudamos los comedores a la sociedad. El comedor es un sacrificio, como todo un trabajo Tienes que dejar el hogar, al esposo en tu casa, muchas veces si tienes un bebe chiquito sufren pero ¿que vas a hacer? es un trabajo porque estás generando un pequeño aporte. El trabajo es complicado, ollas grandes que hay que bajar, alzar todo, eso no es fácil.«
»En el 90 cuando entró Fujimori, unas amigas me dicen: ¿por qué no sacamos comedor? está dando Fujimori comedores. Gestionamos y comenzamos. Nos organizamos solamente tres señoras. Nos fuimos casa por casa a tocar la puerta con un cuaderno. Vecino vamos a hacer un comedor ¿desea sacar?. Dijeron sí y así empezamos a cocinar 60 menús. A las dos semanas llegó el Fujishock, y comenzamos a cocinar 300 raciones diarias, por saco pelabamos papa y comenzaron a cocinar ocho madres. Cocinabamos con leña.«
»Tus diez soles para que comas, ya mañana no servía, ni para un pan alcanzaba. Muchos padres, muchas madres regresaban desesperados al hogar, y esa vez costaba, el menú cincuenta céntimos, en aquel tiempo eran intis, 0.50 intis. Y así comenzamos, nos fuimos a PRONAA a presentar nuestro documento y nos aceptaron y ya comenzaron a darnos nuestro apoyo alimentario. Nos dieron un subsidio económico, un cheque de 0.25 céntimos por cada plato, eso se cobra al mes y se compra pollo, fideo, lo que tu necesitas almacenar. Por eso cobramos también menos, de esa manera comenzamos a trabajar.«
»Hacemos actividades, capacitaciones. Hemos estado haciendo tejido de macramé, tejido de zapatos. Hemos hecho charlas de cosmetología, chocolatería, bisutería, manipulación de ayudín, elaboración de fideos. Muchos han aprendido, se han capacitado y se han ido a trabajar. Han hecho sus propias pequeñas empresas. Pero ahorita por la pandemia no hemos estado haciendo nada; solo cocinamos. Muchísimos, ahorita ya son casados, son padres de familia, han crecido con el comedor y se recuerdan bastante. Muchos siguen consumiendo en el comedor porque eso ayuda bastante. Muchos empezaron aquí y hay profesionales ahora. Muchas son madres solteras, viudas o abandonadas y con el comedor han criado a sus hijos.«
»Una historia que recuerdo bastante, no es bonita es horrible. Me han querido matar en el terrorismo. Acá en Villa el Salvador mataron a Maria Elena Moyano, hubo atentado contra el alcalde, los colegios. En esa época, buscaban a los dirigentes, vaso de leche, comedores. No se quien les habrá dado mi nombre porque yo recién estaba comenzando ni conocían mucho. Pero me habían venido a buscar, mi vecina me alertó. Ese día había atentado en los colegios y esa noche como a las dos de la mañana tocan mi puerta, salgo, como eran invasiones acá en Villa el Salvador, recién ahora ya son urbanas. Salgo a guaitar1 por una griña2 , eran dos hombres capuchados, no respondí, me orinaba de miedo allí atrás. Y era que me había dado la seña mi vecina que te vinieron dos hombres a buscar y era igualito. No se dio de milagro, pero eso me ha dado más coraje de seguir adelante, de seguir trabajando.«
»En mi caso tuve que ceder al comedor y casi el 50% del espacio de tu casa ya no te pertenece. Es ya del Estado digamos, ya no es tuyo porque es ya de la población. El espacio para que coman, el espacio para que cocinen, otro espacio para que almacenen los alimentos ya de ahí lo que sigue es tuyo; tu espacio. Entonces uno se adapta, privas del cuarto de tus hijos, privas de muchas cosas porque sino no tienes instalaciones. Comodidades como la ducha o el baño están afuera y cuando quieren bañarse tienen que correr con su toalla por el momento en que estamos cocinando. Y tantas incomodidades que hemos pasado pero ahí estamos.«
»Y valió la pena, ahorita mis hijos ya están grandes. Me dicen “mamá ya deja el comedor, cierra”. Pero no pues, me gusta, me nace, me siento feliz. Es mi vocación porque si no estoy con la gente me enfermo, quiero estar al medio. Tengo un dolor de cabeza y está que me duele, pero después cuando ya me reúno con las mamás se me pasa y recuerdo: ¡oye verdad! me estaba doliendo la cabeza y ya me pasó. Ya uno se ha hecho de ese ambiente, de ese mundo.
Y me siento feliz cuando estoy en el comedor porque como te digo tengo 60 comedores a mi responsabilidad, me dicen la mami, me respetan bastante, me quieren bastante y me siento feliz.«
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1 Mirar.
2 Ranura.