La historia de la arquitectura ha orbitado siempre alrededor del edificio. Este, como cosa construida, ha servido como herramienta para proponer una forma de entender el mundo.
El taller reconoce que ese edificio actualmente se encuentra en crisis porque se entiende como la “respuesta inequívoca” a una serie de problemáticas territoriales, históricas, geopolíticas, ambientales, etc. Los arquitectos han desarrollado una capacidad argumentativa estratégica para deductivamente decantar estas problemáticas, periféricas pero importantes para la arquitectura, a la conclusión “evidente” de que un edificio en un lugar determinado es una herramienta para “resolver”. El edificio termina siendo el efecto de una causa que se identifica, o peor aún, que se genera.
Sin embargo, nuestra realidad nacional cargada de desigualdades profundas en un territorio con una heterogeneidad avasalladora demanda a la sociedad la producción de infraestructuras. Edificar es un deber ético en la realidad latinoamericana y otras del “sur global”.
El taller se posiciona precisamente en este espacio de encuentro, en la oportunidad que genera la paradoja antes descrita, entre la necesidad y la obsolescencia del edificio. Desde la arquitectura tenemos la responsabilidad y el compromiso de volver siempre a pensar el edificio, la forma que este tome en el futuro como voluntad de transformación es el compromiso de los arquitectos. Tome la forma que tome, el edificio es la voluntad del arquitecto.
El taller promueve una actitud descentrada frente al proyecto del edificio para entenderlo inicialmente de manera fragmentada, contingente, subjetiva e ilustrada. De esta manera, se busca aprovechar la crisis en la que se ha colocado al edificio para revalorar el proyecto, para revalorar la elaboración de argumentos desde, y no hacia, la arquitectura.
El semestre se estructura para que el alumno produzca cuatro ensayos de fragmentos arquitectónicos. Cada ensayo construye un imaginario arquitectónico y situacional. Aquí se muestra una selección de estos ensayos, curados por sus autores.
La actual concepción de un lugar de la memoria es difusa a lo largo del globo puesto que existe distancia antónima desde la arquitectura y programa en estos edificios: es una tipología borrosa. Aún así, esta arquitectura es de índole humanista en cuanto se acerca a las experiencias, comportamientos y memoria que un individuo o colectivo pueda componer. Sin embargo, en el Perú, se denota esfuerzos irreflexivos por parte del Estado sobre la tipología puesto que la carga semántica de memoria toma dimensión física a manera de tipología museística en mención al conflicto armado interno, la cual interacciona con la historia, en vez de la memoria.
Dada la falta de reflexión arquitectónica y programática, se plantea dislocar el paradigma convencional museístico del LUM entendiendo cómo se desenvuelve la memoria en un determinado espacio geográfico, en este caso Huancayo, distrito de Chilca en la región Junín. Para este fin se toma los tipos de memoria relacionadas a la sociedad: Memoria Deber, Memoria Distancia y Memoria Archivo. Estos componentes son particularizados y desarrollados desde lo situacional, arquitectónico y programático en fragmentos arquitectónicos de posibilidad abierta para un LUM pertinente.
La Memoria Deber alude que ya no existe un lazo fehaciente con la memoria verdadera: ha sido transformada por la historia. La memoria pura era involuntaria, y no necesitaba de un proceso consciente para su función: era vivida como lo normal, tanto individual como colectivamente. Ahora, se trata más de un rito necesario y establecido para honrar lo que hubo. Como si ya no se celebrase “ser”, ahora se realizan las celebraciones.
La principal fuente de memoria deber en Huancayo es la tradición, lo cual es lejano con el programa histórico estipulado. La naturaleza costumbrista en relación con la incertidumbre climática de precipitaciones vuelve interés ingresar la energía pública y colectiva de la tradición al edificio, y esto se busca desde la cota 0 dado que las actividades se desarrollan en el espacio urbano. Se opta por fundamentos de continuidad con la ciudad y disolución de los bordes con programa contingente, mientras lo exploratorio se relega al techo-cobertura o niveles subterráneos. Es así que la memoria toma dimensión física en las personas desde el programa, y se incorpora a este Cubículos Públicos, SUM, Feria y Espacios Colectivos como plazas y parques donde desarrollar la memoria deber.
Asimismo, la memoria urbana se conjuga con la memoria deber en cuanto esta responde a maneras tradicionales de habitar. Revisando la situación de Chilca, se aprecia falta de plazas, y la oportunidad de conexión con la avenida Calle Real donde pasan las procesiones, como también instaurar un espacio cívico-celebrativo en el distrito. Lo anterior influenciado por un diseño en prevención del peligro hidrológico, como también servir de infraestructura pública frente a una coyuntura de carencias.
Igualmente es de interés adjuntar trazados y composiciones que guarden lógica con el espacio de tradición. Es así que el LUM posible adquiere situaciones identificadas de contacto corpóreo con el verde omnipresente generado por los ríos floridos, la relación de desniveles ciudad-puente-río y estructuras espaciales locales en lo urbano como la feria dominical.
Las actividades folclóricas se desarrollan en espacios públicos específicos con propiedades identitarias que hacen que se reconozcan como “lugares” de Huancayo. Desde la alusión física y elementos simbólicos-contemplativos, se origina una atmósfera insertada en el esquema mental de los huancaínos. Se plantea que el edificio sea el “lugar de los lugares” en cuanto este bebe de la dialéctica proyectual de los sitios de identidad; es así que surge una arquitectura de curvas, figuras geométricas claras y formas de habitar estas, como también de una masa verde propagada siempre complementada con el elemento acuoso. Se soporta el edificio con identidades estructurales geométricas en diálogo con los elementos simbólicos que son dotados de identidad a partir de lo que pasa a sus alrededores y de quienes lo habitan. El lugar parque-memorial, a manera de Huancayo, aparece en las posibilidades del edificio.
De esta forma, hilando el entendimiento de composición de los lugares de memoria de Huancayo a partir de elementos vegetativos, colectivos y de agua, sumado con la memoria urbana y la situación de precipitación drástica de la región, se interpreta como fundamento arquitectónico el partido técnico-simbólico cuya finalidad es el control pluvial y transformarlo en superficies contemplativas y modo de sustento de la capa verde del edificio. Las identidades estructurales geométricas sirven de recolectores, como también cisternas y tanques elevados para almacenar y reutilizar la precipitación; asimismo, en las superficies del edificio se utiliza el techo verde que drena el agua, como también servirán de colchón climático y acústico para los espacios de memoria.
La memoria distancia se presenta como reflexión a la discontinuidad, al ente borroso que genera que una memoria se convierta en historia, y viceversa. Esta meditación es importante dado que antes se tenía como percepción que no había un antes ni un después: eran un solo ser, como si no existiese el pasado, solo una vasta continuidad. En ese ideal, donde aún no se separan las partes del tiempo y se disgrega un antes y un después, las memorias no eran más que solo una: la verdadera.
Huancayo es una ciudad pluricultural, es así que se revisa las principales memorias que la componen y se concluye que las amenazadas al olvido son dos: La memoria Asháninka, y la memoria Wanka. La primera con aproximadamente 21000 víctimas por el conflicto armado interno, y la segunda ya no contempla continuidad con lo actual. Es así que desde lo programático se contempla el uso de memoriales y talleres de difusión cultural que busquen la continuidad de algo que podría desaparecer.
El programa memorial se plasma en una atmósfera nutrida arquitectónicamente a base de las memorias amenazadas directamente por el conflicto armado. Por un lado, los Asháninka y la forma de concebir espacios techados en conjunción con la naturaleza, cuya cultura no contempla el ente privado y la composición de un absoluto seccionado virtualmente por elementos estructurales. Mientras que de la cultura Wanka se extraen ideas de envolvente del edificio a partir de su composición alveolar disonante, que es generatriz de espacios de congregación e individuales y la intención exploratoria de capas en resonancia de un recorrido perimetral. Esta memoria del habitar se enfrasca asimismo en los “lugares-refugio” del conflicto armado interno cuyos claustros y ritmos sirvieron de envolvente de esperanza para las comunidades afectadas.
Las maneras de proyección encontradas se armonizan y compatibilizan bajo una atmósfera que incite la introspección y reacción emocional de los usuarios. Estas se cristalizan bajo manejos lumínicos, sonoros y espaciales singulares en concomitancia del programa selecto y al tipo de memoria al que pertenece, pero también se anexan a los atributos encontrados en la memoria urbana. El programa propuesto por el estado (biblioteca y salas de exposición), que es netamente histórico, se ve suplementado con los programas mencionados de memoria deber y memoria distancia (Feria, SUM, Cubículos públicos, Talleres de Difusión y Memorial). De esta manera, queda claro que el partido técnico-simbólico, el techo verde, la introducción de la tradición al edificio, etc., son fundamentos arquitectónicos necesarios para establecer una atmósfera huancaína. Asimismo, revisando la cultura arquitectónica global, se denota la intención simbólica de que el edificio se explore en subniveles para descubrir espacios bajo un cívico-simbólico, como también exposiciones a manera de usuario autónomo y no bajo un recorrido cronológico de los hechos.
Almacenar todo por miedo al olvido, es prohibirle al pasado la conexión con el presente. Es hacer historia lo actual para hacerlo ahora pasado: lo que hubo. La memoria archivo se apoya en la morfología, la traza de una ciudad, el objeto que entabla vínculos con el pasado, el documento que nos permite informarnos de lo pretérito, incluso la misma arquitectura y su atemporalidad remiten a lo remoto. El formato es indistinto: es la creación por parte de la actualidad para evitar el olvido. Esta memoria se puede adquirir, y esto entabla relación con los que no han sido afectados directamente por el conflicto armado interno, o por personas que saben poco del tema. Es así que se necesita la dicotomía historia-memoria en lo programático, para cubrir el total de usuarios, siendo minuciosos en la plasmación programática-arquitectónica, puesto que la historia al ser rígida, ilustrada y establecida, puede transformar a la memoria que es inconsciente, vivida, individual y colectiva a la vez.
Se entiende que hay programas no compatibles como los documentales y tradicionales vistos en la memoria deber y distancia. Sin embargo, el “archivo” puesto en la ciudad tiene naturaleza a-programática y abstracta, que son lugares de memoria por su fin de recordatorio. No obstante también sirven de genio del lugar, o genius loci, que configura el espacio otorgándole identidad mediante los elementos que la componen, su disposición, formas, escalas, parámetros. Son elementos que ganan identidad a partir de la percepción de las personas que resultan informar al proyecto con estructura en formas de pieza o identidades estructurales que sean reconocibles y se doten de identidad mediante el uso.
El proyecto refugia su estética en lo infraestructural y abstracticidad con el uso de doble fachada que sirva, asimismo, de protección del clima y acústica, y por ende, como dispositivo atmosférico. Es así que tras la óptica de memoria deber, distancia, y archivo, se habla de un Lugar de la Memoria que sea inclusivo, ingiera de la memoria urbana, tradición y formas de habitar de las memorias amenazadas, que apoye en su continuidad y que la memoria e historia ocasionados por el conflicto armado interno de los años 80 y 90 sea de eficiente conocimiento, recordado y considerado de manera transversal.
¿Cursar estudios universitarios en el país presenta las mismas condiciones para todos los jóvenes del Perú? El panorama universitario es diverso dentro del territorio; sin embargo, comúnmente, no se cuenta con condiciones mínimas para un desarrollo oportuno de esta etapa educativa. Los estudiantes indígenas asumen retos frente a las adversidades que cursar estudios en la universidad les plantea; entre ellas, la migración de sus comunidades hacia entornos urbanos. La vivienda se vuelve un factor clave para ellos pues es el entorno en el cual se albergarán durante toda su etapa universitaria. Las propuestas estatales frente a este problema son nulas y las existentes fomentan la segregación de esta población; pues no es una política gubernamental generar este tipo de proyectos.
La demanda de la universidad UNAP de albergar a estudiantes nativos dentro de la ciudad de Iquitos esboza una oportunidad proyectual para repensar el edificio gubernamental. La propuesta plantea generar vivienda universitaria desde la apertura hacia múltiples variables, que influyan directa o indirectamente en el proyecto. La arquitectura se interconecta con temáticas sociales, programáticas y espaciales que generan escenarios para la coexistencia de la diversidad de los estudiantes, entre ellas la identidad cultural. Se dislocan parámetros pasados de segmentación y discriminación para romper limitantes asumidas.
El territorio con sus muchísimas voces e historias, vidas ,que están interconectadas entre sí. La propuesta propone al estudiante nativo como punto de partida de análisis. Las distancias lejanas a su contexto originario, ponen en vulnerabilidad la identidad de los jóvenes indígenas. La llegada a la ciudad desencadena el inicio de un ciclo de constricciones alrededor de la estancia formativa universitaria.
El lugar destino de la migración nativa estudiantil, la ciudad de Iquitos, se diferencia respecto a la cosmovisión de la vida dentro del contexto indigena. La capital de Loreto presenta condiciones particulares en torno a su ubicación, geografía y clima. Dichas características han demandado la adaptación de la arquitectura a variables del contexto amazónico.
“El proyecto se narra a través de las oscilaciones cíclicas y temporales de diversas temáticas presentes en el contexto amazónico, entre estas el territorio, la arquitectura y el clima. No existen totalidades fijas ni parametrizadas dentro de dichas temáticas. La variación es la constante de articula los elementos y acciones que se desarrollan en el contexto amazónico”
El proyecto toma el conocimiento constructivo de la arquitectura de la selva. Las edificaciones sobre palafitos son analizadas como una manifestación recopilatoria de adaptaciones de la arquitectura frente a su contexto. Los elementos se articulan para crear el espacio habitado. El edificio trasciende de su condición de estructura física a la de espacio vital ocupado.La relación entre el exterior y el interior de un edificio pasa a un limbo, donde la continuidad entre estos dos puntos no tiene un fin marcado. Las acciones albergadas dentro de la edificación poseen un relación directa con su contexto exterior.
Se propone crear lazos del conocimiento amazónico con referentes de la academia clásica para el desarrollo del proyecto. El edificio toma una condición híbrida articuladora de elementos que satisfaga demandas contextuales, programáticas y espaciales. Se explora posibilidades a partir de la multiplicidad de elementos en torno al edificio.
Entre estas las características del desarrollo cotidiano de la vida de las comunidades nativas. La vida comunitaria de los poblados regionales y su desarrollo a partir de esta se plantea como un punto central de influencia en el proyecto. Es por ello que el edificio busca la apertura de espacios sociales en donde los habitantes puedan colectivizar su estancia, dislocando la barrera de segregación entre estos.
Las fluctuaciones temáticas en relación al proyecto son un escenario en donde la propuesta del edificio se debe centrar. El edificio responde a la temporalidad oscilante de las variables dentro de temáticas como el espacio, tiempo y conocimiento en la selva peruana, específicamente Iquitos.
La vivienda universitaria se propone desde su condición mínima, complementada por programas complementarios que aseguren el desarrollo formativo universitario de los estudiantes indígenas. Se crean espacios aperturados al hábitat variable y oscilante del proyecto. La arquitectura fomenta romper la sectorización hacia los jóvenes indígenas para pasar a un edificio en donde coexistan todo tipo de estudiantes. Por otro lado, se generan espacios donde se extienden los límites del edificio para la interrelación de las comunidades alrededor de su emplazamiento con los habitantes universitarios.
El edificio estatal de vivienda universitaria genera un hogar para estudiantes indígenas y demás universitarios con el objetivo de ser base de una estancia oportuna durante la formación educativa de dichos jóvenes. Las constricciones halladas en el desarrollo sirven para esbozar escenarios enriquecidos por variables del proyecto de vivienda. La arquitectura es una herramienta en la cual las fluctuaciones son articuladas para generar espacios posibles en el contexto amazónico. Siendo este tipo de proyecto la oportunidad de reivindicar la cultura indigena y la vivienda universitaria dentro de la academia.
En la actualidad, la arquitectura del transporte tiene la voluntad de facilitar relaciones de contacto a través de optimizar la conectividad y la velocidad de intercambio. Son andamios de flujos vivos económicos y sociales. Sin embargo, esta situación se agrava al proyectar sistemas de transportes aislados de otros medios y del medio que lo sostiene. Para el caso de Huancavelica, el Estado proyecta un aeropuerto el cual presenta dos complejidades: la primera es un conjunto programático desentendido de su contexto ni de las afectaciones situacionales que inciden, modifican y regulan los flujos internos de los programas. La segunda está relacionada con el diseño de capacidad aeroportuaria mínima. Para Huancavelica se espera un crecimiento mayor del 300% de operaciones aéreas para los próximos 20 años. La capacidad inadecuada se enfrenta a una cifra creciente del tráfico aéreo y al aumento del interés económico que ejercen los aeropuertos como sede comercial.
Es por esto que se proyecta un edificio con la voluntad de potenciar los sistemas de intercambio, valorando el territorio donde se inscriben los terminales y dejándose afectar por las características situacionales, así como de ser un nodo intermedio entre transporte aéreo y terrestre. Lejano al modelo aeroportuario impuesto por la OSCE desentendido del territorio, se trata de una arquitectura de intercambios que no solo ve una realidad ni se encuentra de cara con otra, sino que coexiste con muchas realidades, locales, regionales y globales. Es el puente entre el lugar y la ciudad, entre el usuario y sus entornos. Capaz de multiplicar vínculos de forma atenta y abierta.
Para ello se desarrollan tres acciones arquitectónicas que potencien la arquitectura de intercambios: acciones procesadoras, receptoras y territoriales. Cada acción sirve para despertar imaginarios y alejarse de dogmas preestablecidos. Buscan tener una lectura más abierta, relacionarse honestamente con el medio y establecer decisiones arquitectónicas claras. El resultado de que Huancavelica posea un aeropuerto significa el final de sistemas de transporte aislados al integrar transportes terrestres (Ferrocarril Central Andino y sistemas de buses locales y regionales) así como la implementación del medio local que establezca relaciones socioeconómicas y culturales en las regiones Suni y Puna presentes en los Andes peruanos.
La acción procesadora busca de este proceder una explicación de los espacios habitables sin la necesidad de comprender el funcionamiento. Los flujos aeroportuarios se componen de cuerpos que transitan. Por ello es necesario reconocer que el proyecto debe dar lugar al flujo en sí, sin forzar una direccionalidad.
Es lógico entender la dimensión del producto por su capacidad física de contener (en metros cuadrados) los programas arquitectónicos. Sin embargo, la cantidad de personas que pueden hacer uso del recinto puede romper con la idea del programa por cantidad para dar una mirada multiescalar y relacional entre distintos programas. De esta manera, más que una condición de interior-exterior, la organización de cercanías permitiría entender el nivel de acceso entre lo público y privado. Más que una organización espacial, son las relaciones que terminan asociando programas de los espacios basura como infraestructuras de no interrupción.
El intercambio aeroportuario permite el uso tanto de pasajeros de las líneas aéreas o de los empleados como de aquellos que realizarás transbordos entre las redes de trasporte público regional y nacional. Un nodo de intercambio regional para Huancavelica complementado con el tren central macho, así como la falta de un terminal de buses, permitiría el crecimiento socioeconómico y la integración de otros sistemas de abastecimiento y del turismo. El aeroparque, en su ausencia de espacio genérico, pueda proveer de circulación de usuarios de distintas culturas y pueda apropiarse del espacio basura sin ser acorralados por el flujo forzado.
Dichas acciones serán leías como capas de información, por medio de la superposición de niveles. En el caos aparente, las relaciones programáticas pasarán a un rango de trayectoria donde las acciones receptoras crean márgenes de control frente a otros programas dentro del complejo aeroportuario. Son tierras de nadie pero que buscan que seamos parte de ellos.
El impacto de una línea en el territorio significa moldear una de aquellas variables. O se moldea la línea o el territorio. Por cuestiones tecnológicas hasta la actualidad, es necesario una extensión de 3 Km. de longitud para el servicio aeroportuario en Huancavelica. Esto significa que la forma territorial será re moldeada para suponer la contingencia vehicular. Sin embargo, en su forma también intervienen los obstáculos y la manera de aterrizaje y despegue que asegure la integridad de cada vuelo. Esto significa un impacto social, territorial y ambiental en el posicionamiento de un greenfield airport en un terreno natural y dado que la OSCE no propone una interrelación con los sistemas presente, este quedaría siendo un terminal aislado.
Sin embargo, el impacto negativo por el crecimiento futuro puede ser también una oportunidad sistemática entre aeropuerto y comunidades. Tanto para la producción y abastecimiento de alimentos, mano de obra local, obtención de recursos constructivos, zonas ecológicas y atractivos locales alimentan un circuito de produccion y crecimiento sostenible en el tiempo.
En la complejidad de una región apartada por su territorialidad, es este mismo territorio el que otorga valores idóneos para proyectar un complejo aeroportuario pensado desde la territorialidad. En el Perú, el valor del territorio complejo desarrolla potenciales necesarios para un entendimiento lógico y emplazamiento consciente.
La búsqueda de la relación con el lugar puede conllevar a centrarnos en el paradigma del contexto cercano y sus afectaciones hacia el proyecto. El programa arquitectónico tiende a ajustarse a las condiciones del lugar aun cuando el lugar en sí tiene más afectaciones consigo misma que con el edificio. El contexto puede ser fuente fundamental de las afectaciones hacia lo construido. Sin embargo, el mismo contexto es una afectación de los componentes sociales, culturales, políticos… en un periodo de tiempo.
La enseñanza de la arquitectura es una afirmación de nuestra voluntad por el edificio y es a través del proyecto arquitectónico que nos enfrentamos de manera cotidiana a una pulsión de transformación y representación.
La representación, en los términos de Schopenhauer, es la única información que tenemos sobre la cosa. Colocada esta como un imposible en relación a la voluntad misma, podríamos decir que en el ámbito de la arquitectura lo que decimos de ella desde la representación tiene un impacto enorme en poder construir la realidad de lo que es, o podría ser un edificio.
El taller, en su segundo semestre de desarrollo, entiende que la responsabilidad de un estudiante/arquitecto con su sociedad es a través de un proyecto-edificio. Entendemos que los edificios le otorgan un sentido a las ciudades y ciudadanos, y al mismo momento necesitan explicitar y justificar su presencia en relación a la sociedad, territorio y ciudad que habita y transforma. Para definirse como tal, desde su conciencia de cosa en sí, debe construirse también desde la reflexión de su propia disciplina.
Pensar lo arquitectónico desde su representación es marcar su presencia, develar una acción generada por la mente que proyecta, la cual define así su autoría frente a las circunstancias que median sus decisiones en relación a la arquitectura.
Pero por otro lado desmontar la voluntad del “querer ser” que trae consigo una representación atribuída a la historia, nos lleva a configurar un imaginario enorme en relación a lo arquitectónico desde sus planimetrías, recorte, aproximaciones y decodificación.
Son imaginarios que deambulan por fragmentos arquitectónicos, los cuales trascienden a la propia arquitectura y nos marcan el camino sobre el cual el pasado construye su futuro.
La actual concepción del hospital peruano lo contempla como una <máquina de curar> desconectada del entorno mediante bordes ciegos, y como una infraestructura que perpetúa al sistema médico occidental convencional como el único paradigma de salud válido. Ante esta situación, y en un entorno como Puno, en que específicamente la cultura aymara y su sistema médico tradicional han sido relegados y orillados a la desaparición, ¿es posible pensar en un hospital distinto?
Se concibe el proyecto como un proyecto con 3 volúmenes relacionados entre sí: el bloque central, sostenido técnica y estructuralmente por los 4 grandes núcleos en sus esquinas; adosado a los pabellones laterales, que forman una peineta y umbrales bajo su volumen, y el edificio posterior de residencia, confinando entre sí plazas de distintas escalas, alguna más francas y otras más fragmentadas. De esta manera, se propone una cota 0 pública y permeable, que genera un universo interior a escala urbana, sin muros ciegos perimetrales, y con programas contingentes que abracen la interculturalidad y la prevención como nuevos pilares para la salud. Los espacios netamente médicos se encuentran ubicados en la peineta lateral del proyecto y en sus frentes, siempre en “flotación”, mientras que los espacios públicos y de espera se interconectan mediante sus vacíos y cosen el espacio interior del hospital.
Debido a la propia condición del lote, que es flanqueado por viviendas en dos de sus frentes, se genera una fragmentación en la planta, con núcleos verticales y vacíos. En el cruce de los dos caminos principales marcados por los umbrales de acceso al proyecto se sitúa la plaza central: un espacio unificador de escala monumental que, al igual que las plazas hundidas en el sector este, develan la espacialidad excavada en el subsuelo. Este está relacionado con las unidades de rehabilitación y terapia, y se asocian con los programas contingentes relacionados al agua como elemento de sanación, prevención y unificador, entablando una conversación con los sistemas de salud tradicionales desde programas públicos contingentes como pozas de rehabilitación públicas, pozas individuales recreativas y espacios más contenidos.
En esta línea, el interés por lo hídrico en la cultura aymara entabla una relación entre la condición de vacío topográfico propia del lago Titicaca, evocada por la cobertura de superficie ondulante del volumen central. Esta alberga un nivel superior público, con un mirador, atención rápida en consultas de medicina, telemedicina y terapias grupales, así como oficinas, zonas de estudio, y zonas de trabajo grupal. El entrepiso bajo esta ondulación alberga
Es así que se posibilita el cambio de paradigma del hospital, constituyéndolo como una continuidad urbana, en que ya no solo se contemplan recorridos de pacientes como usuarios únicos. Así, se piensa en una nueva posibilidad de hospital articulado a la red urbana de Puno, interconectado a los equipamientos prexistentes en la zona relacionados al deporte y a la subsistencia saludable local, y que pueda constituirse como un atractor para la prevención, la vida equilibrada y la salud.
El conjunto infraestructural que niega su rol dentro del sistema puerto-ciudad que, a pesar de ser fuera de lo relacionado con las industrias portuarias, niega su medio y características en lugar de potenciarlas e integrarlas dentro de su cotidiano. Por ello, se busca una propuesta de intervención que genere una nueva infraestructura que integre ambas partes, ciudad y puerto.
El sector a intervenir es un área de gran escala industrial ubicado en la Provincia Constitucional del Callao que colinda con un barrio y por el litoral con un gran paisaje que se direcciona a la isla San Lorenzo. Esta zona se caracteriza por ser una de las más importantes de la ciudad de Lima por su importante aporte económico gracias a su puerto industrial y artesanal.
Se ha concebido al proyecto no solo como un edificio de referencia sino como una operación urbanística capaz de abrir al callao una zona de la ciudad que tradicionalmente le había dado la espalda. De esa manera, se proponen volúmenes regulares que se integren al paisaje del puerto a través de paralelepípedos de planta rectangular con iluminación natural en las partes altas de los muros perimetrales y con teatinas de forma longitudinal. Estos volúmenes se unen por una estructura de espacios y pasarelas que se adentran al puerto y que al mismo tiempo se convierten en el distribuidor principal de todo el edificio. Desde la organización espacial, los componentes que estructuran el conjunto y el plano del suelo marcan la experiencia interior del espacio tanto público como privado.
En el sentido de estimar las condiciones sensoriales que afectan al individuo, estamos hablando de espacios ligeros y maleables capaces de modificar su presencia, transparente por la acción de la luz y semitransparente con la luz natural. En altura se busca generar un límite entre dentro-fuera, abierto-cerrado, opaco-cubierto para formar un paisaje de líneas entrecruzadas capaces de estimular los sentidos del habitante. Por lo tanto, el sistema constructivo responde a múltiples funciones y proporciona la transparencia a los espacios destinados a cada programa. En el interior la vista fluye libre debido a los elementos constructivos, la cobertura permite introducir al público de forma natural y desdibujar las fronteras con el paisaje natural. En el nivel 2 y 3 las líneas continuas delimitan los subespacios y originan largos corredores que conectan los espacios abiertos y los cerrados para crear un recorrido continuo entre los volúmenes. Así, se logre que el edificio traslade las actividades cotidianas y propias del ámbito privado al espacio urbano de la ciudad portuaria.
Como consecuencia, el nuevo Centro para el Desembarcadero Artesanal del Callao busca crear una infraestructura capaz de ser una interfaz entre ciudad y puerto más no un borde. Pensar al edificio y al muelle como elementos físicos donde las zonas públicas pueden interpretarse como un umbral, un lugar intermedio en transición con la transparencia del contexto portuario y las zonas internas del edificio. Por lo tanto, partiendo de un esquema organizado de funciones y de interrelaciones, se llega a un sistema de fusión del espacio acorde a la relación, la escala y la forma necesaria a cada actividad donde se van a concentrar la mayoría de interacciones y dependencias que van a vincular la ciudad con su puerto y al mismo tiempo actividad privada con actividad pública y viceversa marcando así el comienzo y el final de esta disputa del encaje del espacio portuario con el espacio urbano.