El taller propone imaginar y diseñar el reuso de la manzana del convento de Santa Clara en Barrios Altos. Este convento del siglo XVII tuvo una gran huerta productiva cuya huella existe hasta el día de hoy contenida dentro de la manzana. Actualmente, ese gran vacío está sub-utilizado y parcialmente abandonado. El potencial de este vacío para los ciudadanos de Barrios Altos se convierte en el punto de partida para el ejercicio de diseño. Los proyectos re-imaginan el vacío central de la manzana como un nuevo jardín comunitario y diseñan un edificio de residencia para estudiantes que recompone una de las fachadas laterales del huerto. El proyecto se desarrolla en tres etapas.
Abrir una “puerta” para llegar al vació encapsulado dentro de la manzana. Se diseña un zaguán a la escala de la manzana que permite una nueva conexión entre el espacio público de la ciudad y el huerto.
Ocupar el vacío con un nuevo jardín comunitario. El énfasis del diseño está en producir las condiciones para que ocurra el jardín, como el diseño de pavimentos, infraestructura hídrica y pequeñas estructuras que pueden servir de espacios de trabajo, viveros, corrales u otros.
Recomponer uno de los frentes del huerto con un proyecto de vivienda para estudiantes. Los proyectos proponen un edificio que resuelve tanto el espacio individual del estudiante así como los espacios colectivos del complejo. Los proyectos exploran sobre todo las relaciones entre interior y exterior y entre distintos grados de colectividad.
El taller tiene como propósito experimentar con nuevas maneras de entender lo doméstico a partir de re-imaginarlo fuera de la configuración tradicional de la vivienda unifamiliar para investigar sus posibilidades colectivas, públicas y de trabajo. El jardín, que siempre ha sido un espacio doméstico, una extensión de la casa donde se cuida y controla las plantas y animales, es el arquetipo a través del cual exploramos nuevas formas domésticas en esta edición del taller.
Próximo al Monasterio de Santa Clara en Barrios Altos, se propone una residencia estudiantil para la Escuela Nacional de Bellas Artes. Un edificio de baja altura con un programa de viviendas, comedor comunal, espacios de estudio, cocinas comunes y talleres de trabajo que propone conservar las viviendas existentes en el lote asignado, manteniendo la escala y la memoria del lugar. El edificio se construye en base a una rejilla de 4.5m x 4.5m a nivel de planta, que nace de las celdas antiguas de las madres del monasterio, las cuales se convierten en las viviendas para los estudiantes y juega con los demás espacios a su alrededor. En elevación, se trabaja con una segunda rejilla de 3m x 3m, la cual la estructura expuesta da a conocer y, a su vez, compone rejillas interiores a esta que juegan con la carpintería de cada espacio.
El proyecto inicia a partir del análisis de las proporciones de la arquitectura de Barrios Altos por medio del estudio de imágenes aéreas y fotografías tomadas en las visitas realizadas al lugar. Luego, se establece un rango de medidas, con el cual se construye una grilla modular que será superpuesta en el terreno. A partir de ella, se establecen propuestas de llenos y vacíos iniciales. Junto a las intenciones y objetivos a lograr, se van desarrollando y perfeccionando las plantas y la idea de volumetría. Además, se da prioridad a la elaboración de un fragmento axonométrico donde se pretende mostrar la espacialidad y materialidad de los espacios. Y junto a él, la vista de un subsector dentro de ese fragmento. Por último, se muestra el nolli, que enfatiza lo público y colectivo del programa, y la volumetría final, con una fachada rítmica entre la masa construida y los vacíos intercalados propuestos.
El proyecto busca insertarse en el entorno construido del monasterio de Santa Clara a través de la reinterpretación material y formal de las edificaciones preexistentes. En este sentido, se buscó mantener la memoria constructiva de Barrios Altos a través del uso de la quincha y de algunos materiales como la madera. Además, se priorizó mantener la conexión con la huerta de las clarisas mediante la creación de umbrales que conecten el exterior con las fachadas colindantes hacia la huerta, la cual representa una parte fundamental para la subsistencia actual del convento. En tanto a su representación formal, se empleó una secuencia modulada de residencias con techos abovedados que generan en su interior porosidad que permite generar espacios colectivos, privados o intermedios. Asimismo, estos poseen jerarquía respecto a un vacío mayor que configura un patio central que organiza espacios de uso colectivo público.