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ARQUITECTURA / PERUANA / CONTEMPORÁNEA
Cada dos semanas un arquitecto peruano seleccionado por la relevancia de su obra para el presente y la historia reciente de la arquitectura nacional presenta personalmente su obra en el marco del ciclo de conferencias titulado:
ac – arquitectura.paisajismo.urbanismo contemporáneos
Usando estas conferencias como base, el curso abre un espacio para la reflexión y discusión de la arquitectura, afinando nuestro conocimiento, entendimiento y posicionamiento profesional y personal frente a la arquitectura presentada en el contexto peruano y global.
FRANCO VELLA
CYNTHIA WATMOUGH
ALFREDO SANCHEZ GRIÑAN
DAVID MUTAL
JAVIER ARTADI
RUTH ALVARADO
“La arquitectura comienza ahí donde se ponen juntas dos piedras, dos ladrillos, carefully…” Cynthia Watmough inicia la presentación con esta cita de Mies, develando que su forma de expresión preferida es la arquitectura, a través de los detalles constructivos y su ejecución en obra. Por otra parte, utiliza también la fotografía como medio para comunicar el espacio, aprovecha la incidencia de la luz natural y la proyección de sombras en la estructura, en ese momento de la obra previo a las instalaciones y acabados, cuando todavía se perciben las marcas del encofrado. A través de la fotografía en blanco y negro, fija en la memoria la arquitectura etérea, abstracta.
Luego de casi 30 años de experiencia a partir de fundar su propia oficina, junto a Alfredo Benavides, Watmough destaca de su obra tres proyectos con programas diversos, que son representativos de distintas décadas en su trayectoria y están ubicados en tres paisajes singulares. Cada uno de ellos responde de manera particular al entorno a partir de la tecnología disponible en cada época y con los recursos que mejor se adecuan a cada lugar.
En primer lugar, el Edificio H (1996) en La Honda, una caleta con forma de herradura a 50 km al sur de Lima. El balneario, fundado en 1940, fue tradicionalmente un lugar de pesca, rodeado de casas de un piso, que por acuerdo entre propietarios se pintaban de blanco y contaban con zócalos de piedra para darle uniformidad al conjunto. Con el tiempo, se hizo necesario crecer en altura las viviendas para densificar y se encargó a la oficina de Watmough un proyecto de vivienda multifamiliar para la temporada de playas. Con tan solo 500 m2, la propuesta consiguió insertar 4 departamentos de manera escalonada en un lote irregular -como un reloj de arena- y de esta manera solucionar la diferencia de nivel que alcanzaba los 14 metros.
El lugar cuenta con una vista única, por lo que la estrategia de escalonar los distintos departamentos permite que todos los vecinos cuenten con vista al mar, tanto desde la sala y comedor anexos a la terraza, como del dormitorio principal. Esto se logra con una estructura muy sencilla de placas y vigas de concreto y albañilería a través del juego con la volumetría, generando formas limpias y enmarcando múltiples perspectivas en el recorrido.
La composición de los espacios está determinada por la topografía del lote, se aprovecha la forma irregular para insertar dos patios de forma trapezoidal, que servían como pozos de luz, atravesados por corredores paralelos al eje longitudinal. Debido a que el lote es muy profundo, se opta por reemplazar el tradicional núcleo de escaleras por un segundo eje longitudinal que se acomoda a los quiebres del terreno y que, a manera de calle, reparte a cada nivel. Esto permitió trabajar la fachada lateral con calados o perforaciones de 1m de alto y 30 cm de ancho que al interior iluminaban los corredores.
Al igual que con la escalera, el edificio se separa de la medianera a lo largo de un tercer eje longitudinal, esta vez para permitir luz cenital y colocar ductos de ventilación, así también como para definir mejor la volumetría. Estas ligeras ranuras además permitían generar corrientes de aire para asegurar confort térmico en los días más calurosos del verano. En el año 2000, este proyecto recibe el Hexágono de Oro, máximo reconocimiento de la IX Bienal de Arquitectura de Perú.
En segundo lugar, la Iglesia Sagrado Corazón (2007-2008), desarrollada en colaboración con la oficina de Óscar Borasino y Ruth Alvarado. La parroquia está ubicada en Surco, próxima a la Av Javier Prado y la Panamericana Sur. El proyecto es encargado por una congregación católica que tenía muy claro lo que buscaba: con una mirada muy moderna, sus referencias de atmósfera venían de Star Wars y El Señor de los Anillos, no se imaginaban una iglesia clásica de cruz latina sino un espacio que sea capaz de convocar a los feligreses, sin esquinas. Por su parte, para los arquitectos, el proyecto fue una oportunidad de entender y resignificar la espiritualidad en el mundo contemporáneo. Utilizaron de referencia el Panteón de Agripa, debido al manejo de la luz solar que genera una atmósfera única en su recorrido por el espacio.
El área del terreno permitió proponer un gran volumen monolítico que se convierta en un hito en el entorno urbano inmediato, de carácter predominantemente residencial. Debido a que contaban con pocos recursos económicos, se optó por utilizar materiales asequibles pero perdurables en el tiempo, sin demasiado ornamento, principalmente concreto armado magenta y un enchapado de mármol.
La propuesta interior consiste en una nave oval que de modo tridimensional adopta la forma de un cono truncado. Este volumen logra cubrir un espacio de oración de 43 x 32 m de lado con una estructura abovedada de 12 cm de espesor, que a medida que asciende remata en un óculo cenital de 8 m de diámetro. Este último direcciona el espacio hacia el cielo y deja ingresar luz puntual al espacio, que cuando se encuentra con la luz difusa, concede una atmósfera sagrada al recinto y evidencia la verticalidad de la cubierta. El espacio de la nave puede albergar a más de mil personas: debido a sus dimensiones, para reforzar la jerarquía del altar, el piso desciende progresivamente y las paredes crecen en altura. Inicialmente la forma compleja causaba aprensión a los clientes, a través de una maqueta que mostraba la espacialidad lograron convencerlos de que el espacio etéreo era precisamente una respuesta a sus requerimientos iniciales, un espacio que en palabras de Watmough “explora el potencial emocional de la geometría y la luz”.
Finalmente, en tercer lugar, la intervención en el Hotel Sol y Luna (2018) en Urubamba, Cusco, es un proyecto radicalmente distinto a los anteriores. No se trata de una renovación ni tampoco se encuentra inserto en un entorno urbano. Al contrario, en medio del vasto paisaje del Valle Sagrado de los Incas, el hotel cuenta con una serie de edificios tradicionales dentro de un extenso jardín contiguo al Río Vilcanota.
El proyecto busca integrarse al paisaje de manera no invasiva con una estructura contemporánea que pueda solucionar el programa sin alterar la singularidad del paisaje. El requerimiento del cliente consta de un espacio anexo al restaurante existente, una piscina al aire libre, un gimnasio, y un sauna. La propuesta consiste de dos terrazas techadas orientadas de este a oeste desfasadas entre sí que rodean la piscina. Las terrazas se elevan apenas medio metro para no interrumpir la relación visual con el jardín.
La elección de los materiales y la técnica constructiva está estrechamente ligada a las condicionantes del lugar, como la lluvia: se empleó una una estructura metálica prefabricada apoyada sobre una losa de concreto armado. Esto permitió acelerar la construcción para evitar pérdidas económicas al hotel durante la temporada seca que es, coincidentemente tanto de alta demanda, así como la temporada ideal para construir. La inclinación de la cubierta es de apenas 5 %, lo necesario para canalizar el agua de lluvia, por medio de una canaleta que bordea el techo y evacúa el agua a través de las columnas en H que se convierten en acequias verticales hacia un sistema de canales de regadío.
Se puede observar un contraste entre los proyectos presentados, tanto por estar distanciados temporalmente como por contener programas distintos. Desde una tipología de edificio que es representativa de la arquitectura peruana en su época como el Edificio H, que con la tecnología constructiva disponible logra resolver un encargo muy complejo sin sacrificar la espacialidad y aprovechando tanto el paisaje existente como creando nuevos paisajes interiores. Por otro lado, la Iglesia Sagrado Corazón es una apuesta osada de reinterpretar lo espiritual en el mundo actual y es muy pedagógica en cuanto a develar lo trascendente de la arquitectura y el espacio, poético en sí mismo. Y, finalmente, la Intervención en el Hotel Sol y Luna es un proyecto que destaca por aparentemente no destacar por completo y dejar que el paisaje lo envuelva como si fuese le completamente natural; a pesar de la materialidad y la tecnología, que se esconden para crear una experiencia nueva en uno de los paisajes más idílicos en el país. La obra de Watmough es mucho más diversa que los tres proyectos que presenta, pero los une el sentido de atemporalidad debido a la limpieza de la forma, el cuidado por el detalle; y la expresividad del espacio, que no necesita palabras para generar emociones.
El arquitecto David Mutal inició su conferencia mencionando que como arquitectos peruanos es importante tener presente tanto nuestro pasado precolombino como nuestro pasado colonial, virreinal y republicano, debido a que son parte de nuestra historia. En ambos casos, muestra cómo estas formas de realizar arquitectura estaban vinculadas con la cultura de la época y cómo estas respondían a una manera de vivir. A pesar de ello, menciona que, a partir del siglo XX, debido a la evolución que surgió, esta relación existente entre la cultura y las edificaciones se empieza a desaparecer, lo cual conduce a que en la actualidad ya no se sepa si una obra es un arte arquitectónico o ingenieril.
La primera obra que presentó fue la transformación de la “Estación de desamparados” a “La casa de la literatura peruana”. En este proyecto se realizó mayormente lo que el arquitecto denomina “trabajo invisible”, haciendo referencia a cambios que a simple vista no llaman la atención, pero que, en suma, aportan una gran mejora al edificio. En este caso, se logró restaurar la construcción e integrar el anterior uso con el nuevo, lo cual muestra que el arquitecto fue consciente que la transformación se estaba realizando en una obra de carácter histórico de gran envergadura. Para él, el intervenir en arquitectura construida en siglos anteriores nos da una perspectiva de cómo fue la ciudad y hacia donde se está dirigiendo esta en el ahora.
Seguido a ello, el arquitecto presentó diversas obras que ha realizado en la zona monumental de Barranco. Entre las primeras están la “Galería Lucía de la fuente” y la “Casa Azul”. En ambos casos fueron casonas que tuvieron que ser restauradas y transformadas para traerlas nuevamente a la vida. En el primero se realizó un arduo “trabajo invisible” y se incorporó un gran espacio al final que cambió el eje de la casa y el cual remataba diagonalmente en un espacio abierto que lo iluminaba. En el segundo se tuvo que llevar a cabo más cambios en la edificación, ya que se debía de construir dos casas paralelas y simétricas en un solo lote. Algo que se destaca en ambas obras es que el arquitecto fue capaz de establecer una relación entre lo ya construido con quincha con lo recientemente edificado en concreto. A su vez, en ambos casos, incorporó espacios abiertos que iluminaban el lugar y aportaban un carácter a la obra, su intención no es solo crear un ducto de luz, sino que este sea parte de la experiencia arquitectónica.
Otras obras que ha realizado en lugar ya mencionado han sido los edificios “Mariscal Castilla” y “Santa Rosa”. El primero es una extensión de una casa, cuyo terreno es triangular. Lo destacable de este proyecto es tanto la relación que poseen los vacíos y las áreas sociales con el patrimonio como la trabajo que se realizó en el techo para enmarcar y profundizar las vistas que el último nivel ofrecía. En el caso del segundo, el arquitecto buscó un lenguaje no tan abstracto para la fachada, de tal manera que consolide patrimonialmente la calle. A su vez, propuso una volumetría en forma de “U” que abrazaba el área libre, en la cual se diseñó un jardín, muy similar a una casa patio. En ambos proyectos se destaca la preocupación del arquitecto por ofrecer espacios que busquen su propia luz y libertad, con esto me refiero, a espacios que sean capaces de ser flexibles y que debido a su composición hacen posible que la iluminación entre por sí sola.
Luego de exponer sus obras realizadas en Barranco, se mencionaron sus obras construidas en otros distritos como la “Casa SM” en La molina y el edificio “Eucalipto” en San Isidro. En el caso del primer proyecto, el arquitecto diseñó volúmenes muy regulares que se desfasaban entre sí, con el objetivo de aprovechar una mejor iluminación y ventilación. Esto permitió ubicar a lo largo de toda la casa un eje vertebral que albergaba la circulación vertical y que, en vez de reducirse a un espacio de servicio, se convirtió en un gran espacio a doble altura con cierto protagonismo. Con respecto al segundo, lo más destacable es el límite vertical difuso que poseen los volúmenes, ya que, al no tener un solo plano de techo, se logra que el edificio simule torres que se conectan con el cielo, logrando diferentes remates. En estos casos, el arquitecto muestra la capacidad que también posee para proponer nuevas obras con una idea base muy fuerte. La preocupación de crear espacios que busquen su libertad también se evidencia aquí, ya que propone espacios que se adapten y ofrezcan flexibilidad.
Con respecto a sus obras ubicadas geográficamente más lejos de Lima centro, se encuentra la “Casa Poseidón” en Pucusana. Lo que más llama la atención de dicho proyecto es la ubicación perpendicular estratégica de las piscinas de invierno y verano, y las diferentes condiciones que ambas presentan. Existe una secuencia arquitectónica muy precisa que se siente conforme uno se va desplazando dentro del proyecto, debido a que se cuenta con un puente de vidrio en el ingreso que conecta de un lado a otro el proyecto y que permite ver lo que sucede en el nivel inferior, mientras te va conduciendo al exterior. El arquitecto propuso una casa con una circulación que ofrece más que ir de un lado a otro, esta permite al usuario tener visuales y experiencias que solo se perciben con el movimiento.
Su último proyecto presentado fue el “Moche Sanctuary Lodge” ubicado en Trujillo. Este proyecto es un hotel que cuenta con quince bungalows y en el cual la intensidad de la arquitectura ha sido reducida, ya que la experiencia no la origina solamente lo arquitectónico en sí, sino la relación que se establece entre el paisaje, los recorridos, la materialidad y la arquitectura. Era necesario, debido al carácter del programa, que los bungalows conserven su privacidad, es por ello que una vez ubicados, se diseñaron caminos sinuosos a partir de su localización, para finalmente posicionar la vegetación. En esta obra, tanto la masa como el vacío cobran importancia, ya que, sin uno de estos, la experiencia no sería la misma. Todo se conforma en un solo elemento que conjuntamente crea un espacio, en el cual lo arquitectónico se difumina entre lo natural.
Considero que la arquitectura de David Mutal posee un gran sentido natural y está muy conectada con el suelo. Con esto me refiero a que cuando realiza las restauraciones de las obras construidas en los siglos anteriores, analiza y entiende la edificación antes de proponer algo, con el objetivo de proponer una remodelación que además de conservar la casona, la traiga a la vida nuevamente. A su vez, destaco el cuidado que tiene con la quincha, pues al momento de restaurar una obra, si tiene que derrumbar un muro hecho con dicho material, ubica en su reemplazo elementos verticales de madera que sean capaces de soportar el peso que antes cargaba el muro de quincha derrumbado. Esto muestra que el arquitecto estudia muy bien sus obras antes de realizarles algún cambio o transformación. No toma a la quincha como un sistema constructivo inferior, sino que lo hace visible y lo conserva.
Finalmente, el arquitecto David Mutal posee una preocupación por mantener vivo el patrimonio y no hacerlo caer en el olvido. No quiere solo ubicarlo en un museo para observarlo, quiere que le dotemos de vida nuevamente y lo usemos en nuestro día a día. Del mismo modo, posee una inclinación por conectar la arquitectura con la cultura y considera que esta constantemente se está reinventado y expandiéndose, por lo que si se interviene en lo que se construyó anteriormente, sabremos hacia donde está yendo nuestra ciudad.
Javier Artadi nos muestra en su conferencia cómo establece la relación entre el paisaje y la arquitectura. Nos introduce en su obra afirmando que el contexto siempre es un punto de partida para él y que su forma de proyectar está estructurada en una jerarquía de ideas que se alimentan unas de otras. En este sentido es un arquitecto que trata que sus ideas sean tan fieles con el resultado final construido, esto se observa mejor cuando comparamos los diagramas con la obra terminada. Su aproximación a la relación contexto-arquitectura se torna distinta de acuerdo al proyecto presentado: casas de playa, edificios institucionales, edificios de oficinas y en muelles.
Los proyectos de vivienda desarrollados en la playa se destacan por enmarcar visuales potentes del paisaje. En algunas de ellas hay un límite difuso entre si es la arquitectura escenográfica o si solo enmarca esta escenografía. Este punto es importante, ya que su aproximación a la relación con el paisaje es contemplativa, y en este sentido recrea atmósferas que le interesa que el usuario viva. Ejemplo de ello es la casa en Cerro Colorado, un espacio comunal con una estructura simple de vigas y columnas, que propone como un lugar de descanso en el que se vive esta relación con el paisaje a través de la arquitectura. Otro ejemplo es la casa en Punta Veleros, una vivienda de dos pisos con una gran vista enmarcada desde el espacio social, es una propuesta en la que destaca un gran techo en volado enchapado en madera.
En la conferencia, es interesante destacar no solo lo que nos dice acerca de su obra sino las imágenes que proyecta. Imágenes que nos evocan al lugar, que posicionan a su arquitectura como un hito en el paisaje a pesar de su simpleza. Ello quizá porque la foto no es tomada cuando esta en uso, o porque desea retratar a la arquitectura como un objeto dentro de este contexto; lo que sí es claro es que hay una intención de comunicar que las imágenes son más poderosas que la simpleza de los planos. Artadi aclara esta duda afirmando que las imágenes son tomadas desde su influencia fotográfica de Los Ángeles, en la que las fotos sin gente tienen el propósito de darle al usuario la capacidad de imaginarse lo que pueda pasar allí. No obstante, hubiese sido más interesante que nos muestre qué debería pasar allí desde su perspectiva. A pesar ello, esta aproximación contemplativa de la arquitectura es una característica presente no solo en la vivienda, sino en edificios institucionales como el MUNA, el LUM, MALI y la UTEC.
Los proyectos institucionales tienen algunos aspectos en común: una propuesta de espacio público a través de una plaza y un carácter de hito escenográfico. El proyecto MUNA, es un ejemplo de ello, con una volumetría de abraza un espacio público no definido y una volumetría masiva que le da este carácter monumental. Para este proyecto se plantea una relación visual de la exposición temporal con la plaza y se libera el ingreso para el uso del lugar contenido. Del mismo modo, el lugar de la memoria, es una propuesta que plantea una plaza para la ciudad. Ocupa todo el terreno triangular y dispone un recorrido que ayude a visitar la exhibición. Artadi resalta en este proyecto el espacio de la plaza y la tribuna, los cuales acercan visualmente al usuario al paisaje costero. En esta misma línea, la propuesta para el MALI, comprende una aproximación del proyecto desde una propuesta de plaza que enmarca el ingreso del actual museo y de su ampliación subterránea. El objetivo como, menciona Artadi, es retomar esta idea de plazas en el centro histórico y llevarla al museo. Usa esta plaza como
excusa para redirigir a las personas a la ampliación del museo e ilumina la ampliación a través de un pozo de luz y una fachada lateral liberada en la que se propone una extensión del parque.
En estos últimos proyectos mencionados se observa un discurso de espacio publico y edificio monumental que no armoniza del todo. Las plazas propuestas no tienen este carácter urbano al cual se refiere ya que estas no podrían estar activas todo el tiempo solo pensando en el usuario que visite los museos, para ello la propuesta del espacio publico debe ir acompañado de un programa más flexible con espacios públicos y semipúblicos graduales en el proyecto. Esta estrategia proyectual también se plantea para propuestas educativas. La propuesta para la UTEC tiene una disposición de dos barras y un parque. La idea de nuevo es expresar la monumentalidad vertical del proyecto acompañado de un espacio común a modo de plaza. Es una propuesta fuerte cuando nos referimos a un hito, pero poco amigable con su contexto inmediato de media densidad.
Entre los edificios construidos en la ciudad se encuentran dos proyectos que intervienen de manera directa e indirecta con el patrimonio. En primer lugar, el edificio Oceanus, ubicado en el malecón de Chorrillos al lado de un monumento histórico. La propuesta responde al patrimonio respetando la normativa y proponiendo al Ministerio de Cultura algunos cambios que aportan a la relación con el patrimonio: volar 2 metros para estar aplomo con el edificio, realizar los últimos 3 pisos con un retiro de 3 metros. De esta forma, la aproximación del edificio con el patrimonio es desde la volumetría.
En segundo lugar, el edificio Grau, ubicado en el límite entre Miraflores y San Isidro. Es un edificio de oficinas que tenia por encargo hacer referencia a la cultura precolombina debido a su relación indirecta con la Huaca Pucllana. Para ello, Artadi busca esta relación a través del material. No solo haciendo alusión al cobre y los detalles en el sino reflejando el contexto en las fachadas vidriadas del proyecto. Si bien este proyecto trata de vincularse con el patrimonio de manera indirecta, es importante resaltar que su carácter de hito se mantiene.
Entre sus proyectos urbanos destacan dos: El espacio público Chabuca Granda y la ampliación del muelle los pescadores. El primer proyecto desarrollado junto al Rio Rímac, lo describe como uno en el que se pensó en un recorrido flexible, pero respetando un eje que permita recorrer todo el parque. Es una plaza sólida con elementos de color negro, bancas en forma de círculos y anfiteatros circulares. El segundo espacio público es el muelle en Chorrillos, una propuesta con un recorrido que permite adentrarse al mar desde la ciudad. Para ello dispone como último punto una forma circular y un parque tipo alameda que forma parte de este recorrido.
Y, por último, el Proyecto Bicentenario, un proyecto de restauración y ampliación desarrollado junto al edificio San Luis. En este proyecto hay una búsqueda de armonía entre el patrimonio y el proyecto de ampliación. Ello siguiendo la lógica del ritmo de la estructura vertical del edificio preexistente y proponiendo el mismo material para todo el proyecto. En adición, propone una plaza en esquina a modo de las plazas del centro histórico, propuesta que no solo responde a un gesto urbano sino para permitir que la fachada lateral tenga visibilidad. En esta propuesta, se puede observar aún este interés por elementos monumentales y simples en forma.
En definitiva, la arquitectura de Javier Artadi es de elementos simples, pero con una presencia destacable. Algo muy interesante entre las conferencias que hemos visto a lo largo del curso, es como cada uno de los arquitectos nos cuenta su producción arquitectónica y como esta versión armoniza o contrasta con nuestra interpretación de sus obras. Es quizás nuestra opinión muy subjetiva o muy objetiva, pero lo cierto es que el camino que ha seguido cada arquitecto como profesional siempre se encuentra afectado por un contexto mucho más amplio que el de la práctica arquitectónica. En un contexto como el peruano, especialmente, donde la mayor parte de lo construido no es realizada por un arquitecto, conseguir visibilidad y clientes es una hazaña muy grande. Artadi tiene mucho mérito por ello, encontrar visibilidad en un entorno como este y mostrarlo a través de su obra es un aspecto que lo caracteriza y por lo que ha trabajado. Este hecho lo resalto, porque no comprendía las dificultades de la profesión en este país, quizá debido a mi inexperiencia. Hoy puedo valorar mejor a los arquitectos que como Javier Artadi o Franco Vela han sabido hacerse un camino, conociendo la realidad de la profesión en el país.
Si bien Ruth Alvarado no presenta su obra con una perspectiva feminista, es imposible no reconocer que su condición de mujer en una sociedad patriarcal(1) ha marcado su camino y su forma de proyectar. A diferencia de Doris Clark o las hermanas Berta y Angélica Zegarra, quienes tuvieron que exigir un espacio en una facultad que se resistía a aceptar mujeres en la disciplina, varias décadas más tarde, Ruth se gradúa de la Universidad Ricardo Palma a finales del siglo XX e inicia su propio recorrido profesional en un contexto de más libertad (Velásquez; 2011). Esto le permitió desarrollar una amplia obra de manera independiente y en colaboración con distintos colegas. De su obra destacan los proyectos de vivienda, en entornos más naturales como el litoral peruano o más antrópicos como la ciudad de Lima. Asimismo, destaca una búsqueda por la representatividad, sustentada en su amplio conocimiento de la historia local, las formas de domesticación del paisaje de las sociedades andinas, sus técnicas constructivas pertinentes al territorio y su cosmovisión, los cuales forman parte de su bagaje cultural como arquitecta peruana.
Los primeros proyectos que presenta se sitúan en el borde costero, específicamente en las playas del sur de Lima. En primer lugar, la Casa Quipa, situada en una caleta en forma de herradura en la zona de Chilca, un área habitada desde el período precerámico. La casa se ubica al final del malecón, casi como remate de este y se emplaza sobre un promontorio rocoso que sobresale del nivel del mar. La propuesta consiste en dos volúmenes longitudinales que se abren hacia el horizonte y definen un patio central que enmarca la vista tanto del Apu tutelar como del malecón; alrededor de este se ubican las áreas comunes de la casa como la sala, comedor y terraza. En el segundo nivel, un puente conecta ambos volúmenes, los cuales contienen las habitaciones. Estas están conectadas con galerías cuyo cerramiento es una celosía de madera. La elección cuidadosa de los materiales busca que el edificio se integre al territorio: el basamento es de piedra y sobre este se coloca una plataforma que sostiene con columnas y mamparas de vidrio los volúmenes longitudinales. Estos están construidos en concreto expuesto y parecen flotar sobre un primer nivel transparente y permeable.
En la playa La Honda, una caleta con miles de años de tradición pesquera, desarrolla junto a Cynthia Watmough un proyecto de transformación del club de pesca. Este contaba inicialmente con instalaciones muy precarias que se resolvieron de manera espontánea ante la necesidad de guardar los botes y las redes. El encargo consistía en la renovación de las instalaciones existentes, a través de reorganizar los espacios e incorporar nuevos usos para convertirlo en un club de playa. En todo momento el objetivo del proyecto es aprovechar las condiciones del entorno y mantener una sintonía con el lugar: el encuentro de la ladera y el mar. Para esto se resuelven dos niveles que se asientan como andenes en distintas alturas. Estos se construyen con la piedra del lugar y adoptan una forma curva para adecuarse a la topografía. De esta manera se logra un basamento que aparentemente emerge de la roca. El primer nivel se destina a los depósitos de equipos de navegación y un pequeño muelle para la salida de botes. Sobre este se colocan los nuevos usos que buscan ser una extensión del balneario: una piscina, un deck para tomar sol y una terraza techada que alberga un restaurante.
En un contexto más urbano, como lo es el bosque El Olivar, se le encarga una casa unifamiliar en un terreno de 20×20 m2. En este busca que la propuesta pueda mediar entre dos realidades, una fachada que da a la pista y que tiene un frente público; y por otro lado, el bosque de olivos de cientos de años. Por este motivo, a cada elevación le corresponde un lenguaje arquitectónico pertinente. La fachada hacia el lado más público es una celosía de concreto: el muro cuenta con pequeñas perforaciones con forma de hojas en el muro de concreto recuerdan a los balcones de Lima virreinal. Permite ver sin ser visto y, asimismo, ilumina de manera puntual los espacios interiores como la sala de estar y los baños. El edificio se desarrolla en 3 pisos, un primer nivel donde se concentra el área social como la sala, la cocina y el comedor que da a la piscina, además de una biblioteca; luego, un segundo nivel contiene los dormitorios, la sala de estar y un balcón. Del dormitorio principal sale un puente que hace de podio de partida para la piscina y al mismo tiempo se proyecta hacia los árboles del bosque.
Fuera de los vestigios de espacios verdes que sobreviven en la ciudad contemporánea, producto del sprawl y el diseño orientado al automóvil, recibe el encargo de resolver un espacio entre la intersección de las Av Pardo y Aliaga, Av. Camino Real y una auxiliar. El proyecto lo desarrolla en colaboración con Oscar Borasino, con quien comparte la firma OB+RA. La propuesta consiste en generar una plaza verde en donde había una losa de concreto y así recuperar este espacio como parte de la infraestructura ecológica de la ciudad. Se elige el árbol como imagen conceptual de lo que se busca recuperar, este se percibe en el dibujo en planta que puede observarse desde los edificios de oficinas alrededor. Esta intervención, en el paisaje urbano, no es un parque o plaza para ser usada debido a que se encuentra aislada por las calles que la atraviesan; al contrario, se constituye como un espacio-ornamento para ser observado desde distintos ángulos. Su presencia permite incorporar un nuevo ecosistema a la ciudad.
Destaca de la obra de Ruth Alvarado, su sensibilidad por la memoria del lugar y la geografía particular del entorno. En sus distintos edificios toma la historia del sitio como fuente de inspiración tanto para conceptos de proyecto como para recuperar el conocimiento tradicional en las formas de intervención en el territorio, en la elección de materiales y técnicas constructivas. Siempre adecuándose a la topografía y al clima de manera muy cuidadosa y responsable, con una comprensión íntegra del lugar donde proyecta, logra integrar su arquitectura al paisaje diverso peruano.
(1) Valdivia (2018; 2021) define el sistema patriarcal como “un conjunto de normas y valores dominantes en la sociedad influye en todas las esferas y ámbitos de la sociedad y también en la producción del espacio”. Este es inherente al capitalismo como sistema económico hegemónico.
Alfredo Sánchez Griñán titula su conferencia como “Arquitectura, lugar y pertenencia”, título que perfectamente puede condensar sus bases y consideraciones para el diseño y construcción de arquitectura.
Empieza su exposición con un pequeño proyecto, la Casa Cajamarca, la cual no exhibe de manera notoria la calidad de arquitectura desarrollada en esta e incluso podría pasar totalmente desapercibida por los transeúntes. Es esto, sin embargo, el punto fuerte de la intervención, pues al encontrarse en un entorno histórico patrimonial (Barranco) se busca que esta se mimetice con los edificios aledaños, integrándose al perfil urbano y adquiriendo las características o elementos arquitectónicos tradicionales presentes a su alrededor, tales como el tipo de vanos (transición de horizontal a vertical) y el ornamento (rejas de un estilo Art Nouveau y molduras).
Este proyecto introduce de manera clara las intenciones de Sánchez Griñán respecto a su arquitectura, no habla de respeto, ni a alguna idealización, sino de lo congruente con la realidad, mostrando modestia y sencillez, lo que él mismo remarca como pertinencia.
La siguiente tanda de proyectos expuesta es de vivienda colectiva, tales como los edificios “El Derby”, “El Inkario” y los condominios “Los Abetos” y “Osa Mayor”, en los que resalta la intención de una relación o “conversación” con el entorno y la búsqueda de la comodidad de los habitantes. Sánchez Griñán lo consigue por medio de un retiro, para que las personas tengan un mejor confort visual, y reusando y renovando el concepto de quinta, que deja de ser solo un elemento de recorrido y se convierte en un espacio de reunión y encuentro, donde se puede generar lógicas distintas a las usuales.
Actualmente las calles no pueden ser consideradas para esta función, la de encuentro social, pues los autos se han apoderado de estas, exponiendo a los transeúntes a peligros y aportando a la pérdida de calidad de la calle como espacio público. Es así como este tipo de quinta se convierte en una solución a lo previamente expuesto, al ofrecer un espacio interior compartido, el que no tiene una restricción de entrada exigente y a la vez brinda seguridad mediante lo que Jane Jacobs denominaba como “ojos en la calle”. Se termina constituyendo un espacio público pertinente y beneficioso para los usuarios, puesto que el grupo de casas ubicadas a su alrededor ofrece mayor seguridad que una casa abierta hacia la calle, y mucho más que una fachada ciega.
También respecto a estos proyectos de vivienda, es curiosa la falta de descripción del diseño formal y espacial por parte del arquitecto, lo que confirma que su idea de pertinencia consiste en ofrecer lo esencial para quienes usarán el inmueble, siendo en este caso, la relación con el espacio público (desarrollado al interior del conjunto) y la relación estructurada con la calle, lo que termina proporcionando la tranquilidad necesaria para vivir cómodamente, pero a la vez manteniendo una relación con el exterior (calle).
Los edificios no llaman la atención, y el que no lo hagan es notorio; sin embargo, y aunque Griñán sí es consciente de ello, tampoco permite que esta falta de notoriedad se cuele en su discurso, para él no es un sello personal ni una finalidad, sino que es parte un resultado en su búsqueda de lo mejor para
el usuario. En una realidad capitalista, en la que las inmobiliarias buscan producir el mayor número de viviendas sin importarles la comodidad de los futuros habitantes, esto se agradece.
En lo referente a los edificios comerciales, Griñán también cuenta con diseños para bancos. En los que, de nuevo, demuestra pertinencia en su arquitectura, estableciendo una adecuada organización espacial y funcional como respuesta a lo requerido por el cliente y la ciudad. Al tratarse de bancos, los que claramente pertenecen a grandes compañías con una imagen/identidad corporativa ya definida, el diseño se ajusta a ello; sin embargo, la tipología final obtenida por Griñán no es la usual, sino que ofrece más. Por ejemplo, el diseño de un elemento curvo en el Banco de Crédito termina por maximizar la sensación de amplitud desarrollada en el interior, y en el Banco Continental, la fachada libre permite la construcción de un espacio de triple altura que contribuye a establecer una relación directa entre el interior y exterior.
Otro de los proyectos expuestos es la casa E, el cual se distingue de los proyectos previos al ubicarse en un entorno natural, la playa Quipa. El paisaje es prioridad y por ello se toma la decisión de liberar una esquina, para que la visual no tenga una sola dirección, sino que ofrezca un mayor ángulo de contemplación. Así, Sánchez Griñán rompe la caja y la casa se abre hacia afuera, brindando una sensación de libertad, lo que es adecuado para el usuario tipo, una persona que busca relajarse y disfrutar de su estancia ahí.
Pese a que la pertinencia de la arquitectura de Sánchez Griñán y su estrategia de diseño para satisfacer los requerimientos (de todas las partes involucradas) producen buenos resultados, como los descritos, hay veces en las que aún con un buen resultado a nivel arquitectónico, se ignora ciertos elementos que deberían ser considerados en la búsqueda del diseño adecuado, tal cual es el caso del CENTRUM Católica. Este es parte del bloque de los edificios educativos descritos por el arquitecto, en el que se genera un espacio público interior y se cuida la transición desde este a los volúmenes cerrados haciendo uso de la madera para generar corredores semicubiertos. Sin embargo, para lograr emplazar esta gran plataforma en el cerro, se excavó y trasladó gran cantidad de terreno, sin tomar en cuenta la topografía existente y generando arquitectura que pudo haberse implantado, con ciertas modificaciones, en alguna otra zona plana de Lima, despreciando de alguna manera la ladera, la cual es parte de nuestra realidad histórica y actual.
Para finalizar, el arquitecto mostró dos proyectos particulares, la cobertura del patio cafetería en el NM Hotel y el Terminal terrestre de Trujillo. Ambos presentan estructuras de metal que, en nuestra realidad peruana, no son tan usuales actualmente y antes, lo eran aún menos. En el caso de la cobertura del hotel, esta estructura era necesaria para brindar sombra al patio sin que esto implique la falta de luz natural sobre este y, en el terminal, la distancia de las luces necesaria en este tipo de arquitectura condujo al uso de esta estructura, la que a su vez aportó en el sistema de ventilación natural del edificio. Así, sin salirse de su fórmula habitual, Griñán produce arquitectura que responde a las necesidades del cliente, haciéndola funcional e innovadora, pero sin ir al extremo de lo escultórico, lo que es recurrente cuando se trata de innovación constructiva. Y pese a que el intento pudo haber producido errores al no tener mayor experiencia, el reto que supuso el trabajar con estructuras de metal no lo atemorizó, sino que mantuvo todas las opciones abiertas buscando la mejor solución.
A Griñán, pese a que sí ha recibido premios y menciones en distintas Bienales, no lo conduce el reconocimiento público de su obra. Lo que él busca es la satisfacción del cliente, el inversionista y su propia satisfacción como profesional, la que se da después de haber hecho un buen servicio a la ciudad, lo que es notorio en su consideración con el diseño urbano, y también, consiguiendo que el inversionista siga trabajando con él a futuro por la sencillez desarrollada en su arquitectura.