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Créditos

Curaduría
Iosu Aramburu
Gala Berger

Coordinación
Michelle Llona

Montaje
Maria Alejandra Linares

Fotografía
Maricel Delgado

Documentos
Archivo de Arquitectura PUCP
Fondo Documental GARCÍA BRYCE
Fondo Documental COOPER GRAÑA NICOLINI

Inventarse
un museo

Curaduría y dibujos
Gala Berger & Iosu Aramburu

Diciembre 2022

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El Museo de Arte de Lima fue creado el 29 de junio de 1955 e inaugurado en 1959. El edificio donde se encuentra ubicado fue construido para ser sede de la Exposición Internacional de Lima y fue inaugurado el 1 de julio de 1872. Luego de la exposición, el edificio fue usado por la Sociedad de Bellas Artes, fue un hospital, un cuartel durante la Guerra del Pacífico, fue sede del Museo de Historia Nacional, del Ministerio de Fomento, de la Cámara de Diputados, de la Dirección de Tráfico y Rodaje, del Ministerio de Agricultura, del Jurado Electoral y de la Municipalidad de Lima. No sorprende entonces que un espacio utilizado con fines tan disímiles haya tenido que ser reformado estructuralmente en varias ocasiones para convertirse en una institución artística.

No vamos a problematizar aquí la perturbadora historia de las exposiciones internacionales, sino que haremos énfasis en otra institución nacida del colonialismo: el museo. A la luz del presente, sabemos que los museos no son neutrales, que cada decisión es una toma de posición ideológica en alguna dirección. Por eso al indagar en el archivo de José García Bryce, lo primero que llamó nuestra atención fue uno de los informes con las ideas iniciales en torno al diseño, las necesidades y al contenido del futuro Museo de Arte de Lima; fue escrito por el arqueólogo sueco Alfred Westholm en 1956, enviado especial de la UNESCO para ese fin. Estas primeras ideas vinieron del exterior, de Europa, de ese espejo vacío en el que a toda América Latina le gusta mirarse. Westholm, heredero del pensamiento decimonónico europeo, sugirió las distintas áreas y colecciones que debería tener un museo de arte en Lima, dedicado al estudio estético y arte-histórico de objetos provenientes de Europa y de Perú: colecciones de pintura, escultura, arquitectura, medallas, fotografías, armas… hizo hincapié en la ausencia de estudios especializados en arte –más allá del periodo pre-hispánico–  y llegó incluso a sugerir que no había forma que se pudiera encontrar personal para el museo entre los especialistas peruanos, y que casi todos debían ser importados de países europeos.

No sabemos qué opinó García Bryce sobre estos informes –eso es lo que ocurre en los archivos– que abren puertas para entrar en más laberintos. Pero afortunadamente, cuando se le encargó el diseño de la museografía para la apertura del museo, él se obstinó en repensar un museo de forma libre y flexible. Esta nueva museografía, sencilla, con biombos entelados en colores claros y paredes color verde oliva; con materiales reciclados de los depósitos, pisos de madera e iluminación colgante, proponía un sistema basado en nociones relacionadas con la irradiación cultural, donde el museo es un ente palpitante que extiende su influencia en cada espacio de la vida.

García Bryce no estaba solo. Las ideas detrás de su proyecto de montaje van en paralelo a las de algunos de sus contemporáneos: Los montajes elegantemente modernos de Franco Albini y Franca Helg –podemos especular sobre si visitó alguno de ellos en su viaje a Italia, a principios de la década del cincuenta–; la radicalidad de los varios proyectos del Museo de Arte de Sao Paulo ideados por Lina Bo Bardi –el último y definitivo, el de la avenida Paulista, estaba en construcción en esos años–; o las atmósferas sugestivas que creaba René D’Harnoncourt en sus exposiciones temporales. Pero hay algo en la modestia de los materiales y en la eficiencia en el uso de recursos que diferencia este proyecto, en el cariño y el respeto por el edificio existente y en la resiliencia de varios de los elementos que ideó; varios de los biombos que diseñó seguían en uso hasta la última remodelación del museo en el 2010.

Durante la violencia y los replanteos ideológicos de los años noventa, el Museo de Arte Lima volvería a buscar una reestructuración arquitectónica, esta vez a cargo del estudio Cooper Graña Nicolini. Las puertas a la calle se cerrarán para dar prioridad al ingreso desde el parque (enrejado), se techará el patio central para dar paso a un nuevo espacio contemporáneo ya sin la fuente de agua y su jardín.

Incluso hoy, cuando casi todas las intervenciones hechas al edificio en 1959 han sido borradas, algo se sigue manteniendo, es la sensación al caminar por este museo en el margen de un parque en el centro de Lima. García Bryce diría que es como la melodía de un bajo que recorre las columnas de metal.

 

Gala Berger & Iosu Aramburu
Lima 18 de noviembre de 2022

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